domingo, 11 de octubre de 2020

Costa Rica: Realidad transversal de Panamá

 




Oscar Hawkins – MBA, PAG, MPEX.


Las recientes protestas en Costa Rica, producto de negociaciones de créditos a contratar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por US$1,700 Millones, con las repercusiones de los consabidos “Acuerdos de Intención” nombre rutilante para las condicionantes que imponen las IFIS en sus empréstitos soberanos a países en vías de desarrollo, nos llevan a adentrarnos en las realidades actuales de uno de los países mas estables de la región y que en muchas ocasiones ha sido llamado a ser referente y modelo político-social para sus pares latinoamericanos.

Pero el problema no es nuevo, sino la acumulación a nuestro juicio de la falta de acuerdos políticos y actualizaciones en los modelos de desarrollo del estado a lo largo del tiempo (estado dinámico), lo cual si bien en términos de respuesta social ha podido producto de su modelo de Estado de Bienestar y Social al estilo Europeo de post guerra ha logrado ampliar y profundizar insumos importantes de bienestar social como los son la educación, la universalidad de servicios sanitarios entre otros, potenciados por el ahorro efectivo en sus recursos producto de la eliminación de ejércitos y la no participación en conflictos de índole interno (guerrillas, plagas, desastres naturales) entre otros.

Sin embargo a la vez que esta cobertura social avanzaba a través del tiempo, su aparato estatal incrementaba, sin lograr las transformaciones de los tiempos globalistas e integradores del momento y de esta manera se crea, a  contracorriente del momento un estado estatista, con empresas públicas no “Corporatizadas” en el cual bajo los parámetros de no medición de efectividad y sin estrategia de inclusión de dichos recursos a su desarrollo nacional a lo largo del tiempo, solo podría servir para el financiamiento de la ya pesada carga del aparato estatal con las consecuencias inexorables de dificultades fiscales (estimaciones cercanas al 10% del PIB para el cierre del 2020) situación apreciada incluso sino existiese la crisis sanitaria producto del Covid-19.

Hago énfasis en que esta crisis no comenzó ni su génesis es producto de la pandemia Global, por el contrario el mismo sobreviene desde la crisis financiera en 2007-2008 (Gobierno Oscar Arias – PLN) y establecido desde aquel recordado referéndum para la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (CAFTA) aprobado por estrecho margen (51% a 48%), el cual a la vista del tiempo conllevó a cierto grado de colapso del mercado productivo interno que sumado a la crisis en las economías desarrolladas, afectaciones de mercados externos, con lo cual la falta de reconversión de las características del estado en cuanto a la relación tamaño-productividad han arrastrado la carga fiscal a través de los sucesivos gobiernos (Chinchilla, Solís, Alvarado) sin cambios en la situación.

Por otro lado, una tesis importante al respecto de la falta de acción corresponde a la recomposición que en ese mismo periodo de tiempo ha mostrado el espectro político del vecino país, el cual ha mutado del Bipartidismo regular (PLN-PUSC) a una amalgama de banderas ideológicas, que van desde el gobernante PAC (centro izquierda), hasta “extremos” como  Frente Amplio, Restauración Nacional e Integración Nacional de Derecha frontal, con lo cual el dialogo político y los acuerdos necesarios en todo democracia regular, se ve diluido en sus interlocutores y dificulta la gobernanza requerida en tiempos de crisis y de evolución dinámica constante.

En cuanto a Panamá en el mismo periodo de tiempo, ha logrado hacer ciertos correctivos (faltan muchos relativos a calidad de vida impulsos sociales y sostenibilidad), sin embargo, en materia de infraestructura, explotación de recursos hacia el desarrollo y estabilidad fiscal (pre-Covid) se han realizado avances sostenidos a lo largo de los últimos cuatro lustros, lo cual nos tiene hoy día, pese a las crisis del momento como un atractivo receptor de inversiones extranjeras y abierto al apetito de bancos privados globales al momento de la emisión de deuda soberana, incluso en este 2020 que el mundo ha recurrido a dichos instrumentos por necesidad imperiosa.

Al día de hoy y pese a los créditos requeridos este año para afrontar tanto la pandemia, como la baja en la recaudación, el relación deuda/PIB de Panamá cerrará bordeando 53.2% de acuerdo a estimaciones de Fitch Ratings, cuando para el mismo periodo se estima que dicha relación en Costa Rica se ubicaría en 70.2%, si bien el impacto en ambos países, se debe a la disminución de ingresos fiscales, la estructura fiscal del Estado Panameño, brinda algunas ventanas de apalancamiento en los ingresos no tributarios (Canal, empresas mixtas etc.) en tanto para Costa Rica la fortaleza se ubica en las exportaciones de productos dada la profundización de su política comercial a lo largo del tiempo.

Quedan entonces tareas pendientes post-covid para ambos países, en primera instancia y a nivel de gobernanza, comprender su importancia en la región como estabilizadores, en el aspecto interno, buscar los consensos potables en políticas públicas que den sostenibilidad al discurso político. Son historias paralelas, pero a su vez con elementos de transversalidad integral.

Para Panamá cerrar la brecha social y el incremento de la inversión efectiva y con resultados en educación, así como en aspectos financieros lograr la mezcla de parámetros adecuados dentro del sistema de seguridad Social.

Para Costa Rica, consenso político en la modernización del estado, pasar del estado de bienestar (estado actor directo) al Neo Keynesianismo del estado regulador.